Se proyecta que el volumen de migrantes extracontinentales, como se les llama a las personas provenientes de Haití, Cuba, países africanos y asiáticos que van camino a Estados Unidos de forma irregular, aumentará en los próximos meses. Según migración Colombia, el 87,5% (37.124) de extracontinentales que han sido identificados en 2021, son haitianos que vienen huyendo de la pobreza extrema y la agitación política de su país.
En menos de tres meses, Colombia ha registrado el tránsito de migrantes más alto de su historia. De acuerdo con la Gobernación de Antioquia, la llegada de 3 mil migrantes más a Necoclí, ha elevado la cifra de 19.000 a 22.000. En un municipio cuya población es de 20.000 habitantes, es apenas predecible que se presente un colapso en los servicios básicos y el sistema de salud, lo que se ha convertido en un caldo de cultivo para enfermedades respiratorias y estomacales, especialmente en la población infantil. Una bomba de tiempo que amenaza con estallar sin control.
En medio de esta difícil situación, el negocio del tráfico de migrantes ha tomado fuerza. La población se encuentra a merced de las mafias que buscan sacar provecho de su condición de vulnerabilidad para someterla a toda clase de abusos. Mientras crece la xenofobia, delincuencia y miseria, se siguen perdiendo vidas de migrantes en tránsito. Recientemente conocimos la lamentable noticia del naufragio de una lancha que dejó como saldo 3 fallecidos y varios desaparecidos.
El desespero de miles de familias y la imposibilidad de cruzar de manera legal, los lleva al temido tapón del Darién, un intransitable bloque vegetal selvático de casi 600.000 hectáreas que se encuentra en la frontera entre Colombia y Panamá, por el que diariamente se aventuran cientos de personas. En esta travesía, los niños son las principales víctimas de abuso sexual y muerte, según la Unicef, en lo corrido del 2021, 19.000 niños migrantes han cruzado esta peligrosa selva, lugar de innumerables tragedias. Ante esta dramática realidad es urgente crear una ruta segura entre Colombia y Panamá para los migrantes.
Desde todo punto es condenable el tráfico, la explotación y el abuso al que son sometidos miles de extracontinentales que llegan al país. Es obligación de todos, proteger sus derechos y su dignidad humana, añadir más sufrimiento a sus vidas es una infamia. Tenemos el deber moral de garantizarles condiciones dignas durante su estancia en el país y buscar soluciones de fondo que logren mitigar el drama de estas familias.
Las ascendentes cifras de migrantes represados y sus deplorables condiciones demuestran que se está fallando en la atención de esta crisis migratoria. Las acciones realizadas al día de hoy han sido insuficientes, se requiere mayores esfuerzos y que la comunidad internacional volqué su mirada a los migrantes extracontinentales, que con desesperación claman por ayuda. Necesitamos soluciones efectivas entre los gobiernos para evitar que se agudice la problemática.