Sin embargo, en los últimos decenios se han producido progresos notables en los derechos y el liderazgo de las mujeres en algunas esferas, que hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, son motivo para recordarles a las instituciones públicas, la academia y a la sociedad civil, en general, que se trata de una tarea permanente en torno a la transformación cultural.
La conmemoración internacional fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999 y se empezó a celebrar desde el 25 de noviembre del año 2000. No obstante, este reconocimiento por parte del sistema internacional tiene sus antecedentes casi 20 años antes, cuando los y las activistas de los derechos de las mujeres empezaron a conmemorar la fecha en 1981.
Desde Uninorte, en alianza con ONU Mujeres y el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), el grupo de 120 lideresas colombianas y venezolanas residentes en Barranquilla, Soledad, Cartagena y Maicao, que participan desde septiembre del proyecto Transformando comunidades para proteger mujeres y niñas, crearon una serie de iniciativas en espacios denominados “diálogos comunitarios entre lideresas colombianas y venezolanas” para movilizar a sus comunidades en torno a la conmemoración.
Desde septiembre se han formado en identificación de tipos de violencias y conocimiento de rutas de atención para este tipo de casos en sus comunidades. Con sus acciones envían un mensaje de rechazo a la discriminación, la xenofobia y a las Violencias Basadas en Género (VBG).
“Las violencias basadas en género son el resultado final de las desigualdades de género. De todas las expresiones que tiene la discriminación en la desigualdad de género, la que terminamos viendo de manera más directa, es la violencia (…) No se puede solucionar solo con atención sino también pensando en positivo, es decir, cómo generamos potencialidades en las mujeres para que las violencias sean menos frecuentes”, puntualizó Julián Fernández, docente de departamento de Salud Pública y coordinador de la gestión de la institución en el proyecto con ONU Mujeres.
Para el profesor, en Colombia el incremento de las VBG puso en evidencia que los progresos que se venían gestando no son tan fuertes como se creía, pues “si se retrocede en la protección de las niñas y mujeres venezolanas, también retrocedemos en las colombianas, porque no son fenómenos aislados”. Las violencias intrafamiliares siempre son las más frecuentes. Según datos de este año del Instituto de Medicina Legal, con corte al 30 de septiembre, cerca de 41 mil colombianas y más de mil venezolanas han sido víctimas de este tipo de violencia en el territorio nacional. Y aunque la segunda población maneja una cantidad mucho menor, el aumento es evidente respecto a 2018, donde en diciembre registró 676 casos.
“En Colombia y en la región Caribe persisten las VBG como un problema importante de salud pública, y se explica porque todavía en municipios del Caribe las mujeres tienen poco acceso a poder efectivo, tienen menos escolaridad en promedio. Hay estudios de cómo hay imaginarios y estigmas negativos en contra de las mujeres que favorecen la violencia. Hay un problema cultural, pero también hay una respuesta institucional que se está fortaleciendo gracias a la cooperación internacional, que involucra fortalecer las secretarías de la Mujer, las comisarías de familia y acciones para empoderar más a las mujeres”, manifestó Fernández.
Sociológicamente la violencia de género se ha explicado desde unas construcciones sociales y culturales que se han dado históricamente, alrededor de lo que es la femineidad, la masculinidad y los modelos de relación. De acuerdo con Jair Vega, profesor del departamento de Comunicación Social e investigador del Grupo de Investigación en Comunicación, Cultura y Cambio Social PBX de Uninorte, el reto está en transformar culturalmente el modelo de relación.
“La transición hacia la reducción de la violencia contra la mujer pasa necesariamente por la necesidad de trabajar a la par con los hombres, por ejemplo en la construcción de nuevas masculinidades y en otras aristas. Hemos avanzado en las transformaciones de las mujeres, pero nos siguen faltando muchos elementos en los casos de los hombres”, argumentó el profesor Vega.