Quizá sea porque es un predestinado desde los 18 años, quizá sea porque tiene cara de buen tipo (y efectivamente es un buen tipo), quizá sea porque ganó el Tour de Francia con 22 años, quizá sea porque lleva a Italia en el corazón, pero verle en el escalón más alto del podio de Milán es lo máximo que puede pedir un aficionado al ciclismo.
Egan Bernal ya tiene la maglia rosa y ahora tiene por delante 12 etapas para certificar que los problemas de espalda han quedado atrás y vuelve a ser ese ciclista que asombró a todos ganando el Tour de Francia.