Cuando pasé por su lado, pidió algo de dinero. Sus ojos reflejaban una súplica. Le entregué lo pedido y enseguida tuve curiosidad por conocer algo sobre el personaje cuya marca principal, a simple vista, es el olvido.
Al indagarlo, dijo: “Soy ingeniero industrial. O era, mejor. Ahora soy un andariego que recorre las calles bogotanas sin rumbo fijo, leo los periódicos de ayer, antier o de más días, para saber que pasa en el mundo”.
Enseguida, sacó de su mochila varios ejemplares de la prensa capitalina y expresó: “Aquí tengo parte del país en letras y solamente leo la prensa para estar actualizado, así sea tarde”.
Gusto por el vallenato
De repente, Raúl, como manifestó llamarse, preguntó sobre mi ciudad de origen, y al responderle Valledupar, se le prenden las luces y por primera vez sonríe. “Eh Ave María Papá, si eres de la que llaman Capital Mundial del Vallenato, esa ciudad donde las canciones de Escalona lo expresan todo. Y ni que decir de Diomedes Díaz, el hombre que cometió sus errores, pero fue un artista fuera de serie”.
Raúl se quedó callado y de repente dijo: “¿Dígame una vaina, como dicen allá, quien en la vida está excepto de cometer un error?”. Él mismo se responde: “Nadie”.
Cuando menos se esperaba, el hombre sesentón con un léxico educado comenzó a contar su historia. “Yo soy de Medellín, las malas compañías me llevaron por el mal camino hace 20 años, y desde entonces, no he podido levantarme. En el camino quedó una familia que me rechazó y una profesión lucrativa; ahora me la paso deambulando por esta mole de cemento. Duermo donde me coja la noche, preferiblemente, debajo de un puente o en las bancas de algún parque”.
En ese momento, varias lágrimas lo acompañaron y agradeció que lo escuchen. “Esto no se lo deseo a nadie. He intentado salir, pero los problemas son más grandes que la fuerza de voluntad”. Se tapó la cara con las manos, como intentando esconder la realidad de su vida, y es entonces cuando añora sus buenos días donde era amado y respetado.
“Ahora corro más que Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez y hablo más que el comentarista Julio Arrastía Bricca en una vuelta a Colombia. Antes era ordenado y cumplidor de mi deber. Debido a mis errores, el tiempo me pasó, y me sigue pasando factura, y como en el libro de Gabriel García Márquez, no tengo quien me escriba”, dijo en un tono de querer que la vida regrese a sus años de juventud.
Nuevamente cae en la charla la música vallenata, y expresa que nunca conoció al maestro Rafael Escalona Martínez, pero que siguió de cerca la serie de televisión que llevaba su primer apellido: ‘Escalona’. “Si mal no recuerdo fue en 1991, sus protagonistas eran Carlos Vives y Florina Lemaitre, quienes hacían el papel de Rafael y ‘La Maye’, respectivamente”.
De repente, se quedó callado, y todo indicaba que por la mente del viejo andariego desfilaban las escenas de esa historia televisiva que cada noche paralizaba al país. “Me sentaba frente al televisor y me atraía esa historia, así como lo hace el tango, me llamaban la atención esos pueblos y todos sus personajes”.
Cuando menos se esperaba, dijo: “Se me quedó pegada en la memoria la canción ‘Jaime Molina’, que era un pintor amigo de Escalona, y de esa amistad surgió una canción”. No se sabía al pie de la letra la canción, pero se le recordó.
Recuerdo que Jaime Molina
cuando estaba borracho ponía esta condición
que, si yo moría primero, él me hacía un retrato
o, si el se moría primero, le sacaba un son
ahora prefiero esta condición
que él me hiciera el retrato y no sacarle el son.
“Esa es, que delicia. El mundo es un pañuelo donde todo está cerca, y yo me he encontrado con un vallenatero”, manifestó emocionado Raúl.
Las canciones de Diomedes
Siguiendo en sintonía con el folclor vallenato, el personaje ahondó en la vida de Diomedes Díaz, ‘El Cacique de La Junta’, y expresó que sigue escuchando sus canciones. Además, que se enteró de su muerte por la prensa vieja, que para él siempre es nueva. “Una noche me puse a leer y encontré que Diomedes había muerto cuando estaba dormido, que le harían homenajes, y él sí que los merecía”.
Vuelve a quedarse callado, se acomoda la gorra con la cual dice proteger su abundante barba, y enseguida anota. “Desde muy joven, Diomedes se le midió al canto, así lo rechazaran. Fue un bravo. Bien bravo, y vea la gloria que alcanzó, por sus propios medios. Ese Diomedes era inigualable”.
Al invitarlo a recordar una de sus canciones, su mente cansada no demoró y dijo que era ‘Mi muchacho’. “Una historia tan real que provoca hasta llorar”.
Ese muchacho que yo quiero tanto
ese que yo regaño a cada rato
me hizo acordar ayer,
que así era yo también cuando muchacho
que sólo me aquietaban dos pencazos
del viejo Rafael.
Y se parece tanto a papá
hombre del alma buena.
Continuó recordando canciones de Diomedes, que sus oídos ahora recepcionan por los lugares por donde pasa, recalcó sobre el talento innato del hijo de Rafael y Elvira, quien partió de la vida el 22 de diciembre de 2013. Ese mismo que al ‘Intelectual andante’ le acongoja el sentimiento.
En la fría capital se quedó el hombre al que las alegrías no le llegan ni a cuenta gotas, porque las tristezas y nostalgias se le adelantan y son sus compañeras permanentes. El hombre que nunca tiene un rumbo definido a donde ir y cuyos días son iguales, así el sol los diferencie con su temperatura. El hombre que entregó una lección de recuerdos, así los malos pasos hayan dejado cicatrices en su cuerpo y en su alma.
Raúl se quedó medio sonriendo y moviendo su mano derecha para dar las gracias por esa charla que por instantes lo devolvió a su añorado ayer. Llegó a un sitio donde eventualmente puede disfrutar de una comida caliente, bañarse y recibir una palabra de aliento basada en las Sagradas Escrituras.
En la despedida del periodista con el ‘Intelectual andante’ solamente había que dedicarle ese sentido verso de Diomedes Díaz:
Me voy, pero ten presente
que muy dentro llevo tu imagen grabada,
eso fue lo que le dije aquel momento antes de partir…
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