Él como nadie estaba preparado para la muerte. Ya lo había dicho desde hace algún tiempo. “Estoy ni los carros viejos, que no quieren echar ni pa’ lante, ni pa’ atrá’. Se me está acabando la gasolina. Vivo porque Dios me está otorgando unos días más, aprendiendo que a él no se le puede llevar la contraria”.
También su compadre Emiliano Zuleta Baquero se lo había anticipado en la canción `La gota fría’, con aquella famosa frase: “Te fuiste de mañanita”. En verdad, así lo hizo. Se fue callado a las 6:20 de la mañana del viernes 26 de agosto de 2011.
Lorenzo Miguel, siempre vivió agradecido con el dador de sus días y expresaba. “Dios me ha dado el permiso para llegar a la edad de 97 años, codearme con mis amigos y recibir el cariño de mi numerosa familia”.
En las tantas menciones sobre el tema de la muerte anotaba. “Yo sé que me voy a morir. A la muerte, como a la vida, no hay que tenerle miedo porque después de nacer está claro que tarde o temprano nos llega el momento de partir”.
Sin parar continuaba emitiendo sus conceptos. “Dios lo dispone cuando así lo requiere, pero es muy doloroso ver cómo se mueren personas muy pegadas a nuestras entrañas. En fin, es duro, pero así son las reglas divinas y ante esa verdad no hay otra salida”.
La vida del juglar
Este juglar vivió una vida consagrada al folclor y en los últimos años varias enfermedades lo llevaron a estar en una silla de ruedas. Desde ahí impartía instrucciones, se la pasaba contando su vida y las historias de sus canciones, una mayor parte dedicada a las mujeres.
A pesar de ser un juglar completo porque tocaba su acordeón, cantaba y componía, la canción que lo catapultó no siendo suya fue ‘La gota fría’, donde se narra la piqueria que nunca tuvo con su compadre Emiliano Zuleta Baquero.
Sobre este tema, al que se refirió en muchas ocasiones, aseveraba. “Al que le van a dar le guardan, y mi compadre Emiliano con su canción se quiso salir con la suya, pero al final gané, aunque con el bolsillo pelao. Nunca peleamos, fuimos excelentes amigos y compañeros de parranda”.
Siguiendo con el tema decía. “Esas son las jocosidades de las canciones y en este caso soy solamente el protagonista, porque de ella no obtuve ni un peso. Mi compadre Emiliano no es que fuera tacaño, sino olvidadizo”.
No tocó más su acordeón
El juglar Lorenzo Morales dejó de tocar su acordeón por una promesa que le hizo precisamente a su compadre Emiliano Zuleta. La promesa consistía en que si alguno de los dos moría, el otro silenciaba su acordeón y así se cumplió. Con el dolor más grande ‘Moralito’ dejó de tocar lo que más amaba, el acordeón. Lo guardó el domingo 30 de octubre de 2005.
Entonces en ese momento al relatar sobre su promesa que cumplió al pie de la letra expresaba. “Dejar de tocar no me aflige porque ya dejé muchas canciones que son mi carta de presentación. Mi nombre y mi obra son universales. Soy un abanderado de la música vallenata. Lo fui en el tiempo en que las canciones no valían. Ahora valen millones de pesos y casi no dicen nada. Comprendo que son otros tiempos y hay que aceptarlo”.
De otra parte, a ‘Moralito’ le gustaron los viajes que realizó con motivo de la promoción del 44° Festival de la Leyenda que se llevó a cabo a finales de abril del año 2011, en homenaje conjunto con el maestro Leandro Díaz.
Estando en Bogotá una joven periodista lo entrevistó y al verla tan bonita, exclamó. “Esa es mucha vitamina, lástima que no pueda tomármela”. El maestro Lorenzo Morales, era un adornador del encanto de las mujeres y hasta sus últimos días no dejó de ser un errante enamorado. Esa era una virtud de su corazón que nunca planeaba nada, sino que palpitaba con más fuerza.
Los garabatos de ‘Moralito’
En esas largas jornadas de encuentros cordiales con el juglar al que le dieron el recao grosero más famoso del mundo, solía referir historias jocosas que le pasaron permitiéndole dar una lección de humildad y conocimiento.
Una vez escribió o como el mismo lo manifestaba. “Hice mis garabatos de una canción”. Después con el ánimo de recibir el visto bueno se los presentó a una paisana.
Ella al tomar en sus manos la hoja de papel lo leyó y le expresó. “Lorenzo, yo sé que tú no has estudiado mucho, pero aquí hay unas palabras mal escritas”, y se las enumeró. El legendario juglar miró para todos lados, y entonces en tono serio le regaló una lección de esas que no tienen vuelta de hoja. “Vea paisana, el vallenato no tiene ortografía. Tiene es canto y melodía”. Ella para no pasar la pena ante la contundente respuesta le pidió que mejor se la cantara.
‘Moralito’ no quiso, sino ante el encanto de la mujer que tenía a su lado decidió hacer una elocuente disertación. “Las mujeres son la esencia de la tierra y el alimento para el amor. El mundo sin mujeres hubiera sido un desastre”.
‘El pequeño gigante de Guacoche’, como fue conocido, nació el viernes 19 de junio de 1914 y dejó un gran legado de canciones, siendo la más destacada ‘El errante’, donde narró que le tocó vivir por distintos caminos con un amor que le ocasionaba demencia sintiendo que el corazón le titilaba y pensando que lo criminal era la ausencia. Esos amores esquivos fueron frecuentes y le tocó arar en el mar, sembrar en el viento y tocar en el desierto.
En las charlas con el hombre que dejaba la huella antes de poner el pie, no escampaba el recuerdo y entonces anotaba. “Nunca olvido esos viejos tiempos. Había abundancia de alimentos, pero ya la cuchara está alta y no hay toldo pa’ tanta gente. Todo ha cambiado, de tal manera que el respeto y la prudencia pasaron a segundo plano. Además, la violencia toca a todas las puertas”.
‘Moralito’, el mismo que se fue de mañanita, hizo canciones de toda índole, incluso el cantante Silvestre Dangond con el acordeonero Rolando Ochoa le grabaron hace ocho años ‘La cosa sabrosa’, donde el juglar sacó a relucir su ingenio para pedir con jocosidad en letra y música, lo que al cuerpo le negaban en medio de los avatares del deseo. Así era y así se recuerda.