El escalamiento de la violencia en medio de las protestas, que hoy dejan lamentables cifras de personas fallecidas, heridas y desaparecidas, además de un largo listado de violaciones a los derechos humanos, invalida totalmente el sentido de la manifestación pacífica como derecho legítimo. Así como también lo hace, el injusto e inmerecido castigo que han recibido los productores y consumidores, afectados por los prolongados cierres de las vías y el vandalismo en las calles.
Con pérdidas económicas que según el Gobierno Nacional superan los $9,1 billones, alrededor de unos $484.000 millones por día de manifestaciones, la parálisis está terminando de destruir a sectores que apenas comenzaban a levantar cabeza. En ciudades como Cali, donde se presentaron bloqueos y actos vandálicos sin precedentes, las pérdidas que dejan los 19 días de manifestaciones ascienden los 3 billones de pesos, según Cámara de Comercio de la ciudad.
En el caso de Barranquilla, que la semana pasada fue escenario de violentas y mal intencionadas protestas, los reportes de la Cámara de Comercio local señalan que los empresarios sufrieron pérdidas económicas de por lo menos $11.000 millones a causa del paro nacional. A estos cálculos hay que sumarles el efecto adverso que tendrán las cuarentenas y el paro en los próximos meses.
Los problemas de abastecimiento de medicamentos, alimentos, materias primas, insumos para las industrias y otros, se han convertido en una situación insostenible para un país que agoniza en su economía. A punto de perder cosechas, animales, toneladas de alimentos perecederos, y otros productos, los micro y medianos empresarios claman desesperados para que se detenga esta situación, que sin duda traerá consecuencias irreparables en el mediano y largo plazo.
Las pronunciadas subidas en los precios de la canasta familiar que en casos como el de la yuca casi llegan a triplicar su valor real, evidencian el alto sobrecosto que han sufrido productos básicos en la última semana y el fuerte impacto que está dejando la parálisis nacional en el bolsillo de los hogares colombianos.
En medio de este panorama poco alentador, el reciente informe sobre el PIB y el Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), emite una señal de esperanza con el primer reporte positivo desde que inició la pandemia. El crecimiento económico del 1,1% durante el primer trimestre del año, aunque no es muy alto, muestra que se empezaba a transitar de manera favorable por el camino de la reactivación. Sin embargo, nos produce un gran sinsabor la evidencia de que los últimos días que se han vivido en el país, han puesto un freno en seco a la dinámica lograda los tres primeros meses del año.
Aunque algunas ciudades empiezan a registrar una baja en los contagios, la mayoría de regiones apenas están llegando al agresivo tercer pico de la pandemia. En un momento en el que Colombia sobrepasa las 80.000 muertes por covid-19, nos invade la zozobra y la incertidumbre por las consecuencias que tendrán las multitudinarias aglomeraciones sobre las nuevas cifras de contagios de los próximos días.
El inicio de los diálogos entre el Gobierno y el Comité del Paro para negociar y buscar los puntos de acuerdo que reclama la sociedad, nos eleva el optimismo. Estamos seguros de que entre todos podemos ayudar a construir un mejor país sin pasar por encima de los demás, necesitamos consensos y prontas soluciones para desactivar los bloqueos y evitar que se profundice la actual crisis.