En esta nueva etapa, el Distrito ejecutará un Plan Maestro que contempla las intervenciones que deberá hacer la ciudad a todos los arroyos que aún quedan.
Pumarejo destacó el esfuerzo que hicieron las administraciones anteriores por enterrar las escorrentías más peligrosas, con proyectos audaces y la confianza de los barranquilleros en este reto, porque con el aporte de sus impuestos empezó a cambiar esta historia.
“Aquí la plata rinde, se ve y ya los barranquilleros están beneficiándose, por eso nuestro proyecto es seguir llegando a esos sectores donde aún hay caudales afectando a nuestra gente, para no solo darle una solución hidráulica sino paisajística”, dijo.
Lo importante con el Plan Maestro, según explicó el alcalde, es que la ciudad tiene caracterizado cada uno. El Plan identifica y perfila las soluciones óptimas para 58 arroyos que aún quedan en Barranquilla.
Pumarejo se dispone a ejecutar las primeras intervenciones sugeridas por el Plan, con lo cual sumará 9.000 metros lineales más de canalización de arroyos y soluciones hidráulicas hasta 2023.
Así las cosas, el plan prevé canales abiertos, tuberías subterráneas y box coulvert, entre otros, según las condiciones del arroyo y su entorno.
Esas intervenciones contemplan la creación de espacios aprovechables a través de la infraestructura desarrollada para mejora urbanística, mobiliario, arborización, peatonalización, y vías y ciclovías sobre las canalizaciones que puedan llevar lozas encima.
Así mismo, el mejoramiento integral de los barrios afectados, para que las ausencias de servicios básicos, vías pavimentadas y espacios públicos sean atendidas con los nuevos sistemas de drenaje barriales.
“Se trata de un Plan que impactará notablemente la calidad de vida de los barranquilleros, de manera sostenida, porque es la hoja de ruta que necesitábamos para que en el mediano plazo no quede un arroyo más en Barranquilla”, resaltó el alcalde.
“Sectores como Santa María, 7 de Abril, Villa San Carlos, Las Américas, La Sierrita, El Bosque, Las Malvinas, Nueva Colombia, El Por Fin, Los Olivos I, Me Quejo, Cuchilla de Villate, La Esmeralda, Los Ángeles, entre otros, van a quedar libres de inundaciones y represamientos, los cuales ocurren cuando las lluvias torrenciales, por efectos del cambio climático, se hacen más frecuentes en la ciudad”, precisó el gerente de la Agencia Distrital de Infraestructura-ADI-, Alberto Salah Abello.
Las nuevas intervenciones, de hecho, arrancaron ya con la canalización de la segunda fase del arroyo de La Felicidad que el Distrito inició este año en la calle 54 entre carreras 37 y 27, con una cobertura de 71.700 habitantes.
Las obras se desarrollarán por fases, teniendo en cuenta que cada escorrentía tiene características diferentes y, por ende, requiere soluciones diferentes. Aquí se tendrán en cuenta, inicialmente, condiciones topográficas, morfológicas y de establecimiento urbano.
“En la administración del alcalde Jaime Pumarejo seguiremos buscando ampliar la cobertura del alcantarillado pluvial para Barranquilla, teniendo en cuenta las dificultades que estas corrientes generan en las poblaciones más vulnerables de la ciudad”, dijo Salah.
Las decisiones se conjugan con las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y con el reto Biodiverciudad del Plan de Desarrollo Distrital 2020-2023 ‘Soy Barranquilla’.
El Plan Maestro de Arroyos Barriales es el complemento de la canalización de los arroyos de la cuenca oriental y del mejoramiento de los receptores, como el caño de La Ahuyama, que llevará a la ciudad a tener un nivel superior al 90 por ciento de cobertura del alcantarillado pluvial.
Con este, la ciudad les ofrecerá a sus habitantes un servicio eficiente y acorde a las necesidades actuales una vez se presenten precipitaciones y fenómenos naturales cada vez más frecuentes en nuestra variable realidad climatológica.
Una solución que está dejando huella
Con una elevación máxima de 145 m.s.n.m. y pendientes de sus calles entre 2% y 5%, en efecto, Barranquilla afronta caudales de entre 30 y 100 m3/seg con las lluvias más intensas que generalmente caen durante 30 de los 77 días lluviosos del año.
Desde 1933 esas corrientes vienen paralizando la ciudad, generando efectos económicos y pérdida de vidas humanas, según el archivo documentado que llevan estudiantes y profesores de la I.E.D. Marco Fidel Suárez.
En respuesta, la primera administración del alcalde Alejandro Char canalizó los arroyos que venían de Galapa y entraban a Barranquilla, tocaban Las Américas, El Bosque y luego daban la vuelta a Las Malvinas y volvían a salir hacia la Circunvalar por el barrio El Pueblo. La gente los llamaba “arroyos de la muerte”.
Por la misma naturaleza de esos cuerpos ocasionales de agua, fueron canales abiertos que cumplían el objetivo de conducir las corrientes fuera del alcance de las zonas pobladas.
Después vino la gran obra de la calle 84, bajo el gobierno de Elsa Noguera, que apeló a la ingeniería local para enterrar los arroyos. Ahí́ empezaron a caer mitos como el que propugnaba por cambiar de sitio a Barranquilla.
El segundo gobierno del alcalde Char canalizó los arroyos más peligrosos: el de la carrera 21, el de las calles 75 y 76, y el de La Felicidad, que tenía alrededor de 3 kilómetros. Después de gestionar con el gobierno central, el mandatario sumó a sus intervenciones los arroyos de la carrera 65 y las calles 91 y 92.
Así, en los últimos 12 años se ejecutaron 67.8 kilómetros lineales de canales abiertos, box coulvert y tuberías subterráneas.
“Hemos hecho bastante, pero vamos por más. Aún faltan por canalizar muchos kilómetros de arroyos, mantener los que ya han sido intervenidos y tener un plan maestro de alcantarillado pluvial que resuelva los problemas de hoy y provea soluciones para la ciudad de mañana”, dijo el alcalde Jaime Pumarejo Heins.