Primera Europa League a la vitrina, pasaporte a la próxima Champions y premio extra con la Supercopa de Europa del 11 de agosto. Nunca un triunfo tuvo tanto valor. Y pese a la recompensa, recogida en los penaltis tras 22 lanzamientos y una parada de Rulli a De Gea, jamás lo material pesó tan poco en la inolvidable noche de Gdansk. En la épica victoria del Villarreal, un cohete amarillo, frente al Manchester United, un diablo rojo, lo verdaderamente impactante es, fue y será la magnitud popular de tan impagable alegría. Un pellizco al alma del fútbol español a la altura, y con mayor dificultad, dicho sea de paso, que terremotos como la Séptima del Real Madrid, la primera Copa de Europa culé de Wembley o, más cerca de la tierra, la dictadura del Sevilla en esta competición. Hitos que sirven como semejanza en esta ocasión para reconocer que el Submarino no sólo ha hecho llorar de felicidad a un pueblo entero sino que, además, ha cambiado el curso de su historia definitivamente. Es leyenda. Lindelöf aún está buscando a Gerard. Y nosotros, celebrando. La Conference League, a la que estaban abocados estos héroes, puede esperar otro año.
El gol de Gerard (29’) tras una magistral falta de Parejo sirvió para encender la chispa. No podían ser otros. El delantero suma 30 goles esta temporada y 11 asistencias, demostrando que es un mediapunta brillante y delantero centro insaciable. Normal que vaya a ser el delantero de la Selección en la Eurocopa y ya sea ídolo pop de La resistencia. Lo del mediocentro es la confirmación de que su carrera está muy por encima de su fama. Di Stéfano sabía de esto. Sin embargo, el triunfo empezó a cocinarse en la pizarra de Emery. Sabedor de las fortalezas y debilidades de su equipo, y de las del United, planteó un encuentro a fuego lento, llegando incluso a perder tiempo en el minuto 15 como si ensayara para la prórroga que luego llegó, olvidando la presión en campo contrario para apretar las líneas en un solo cuarto de campo. La velocidad de Rashford y de Greenwood exigía un plan sin metros a la espalda de la defensa. Y aunque de primeras los nervios y un accidente de Foyth hicieron temer lo peor, el Submarino se recompuso poco a poco a lomos de Pau y al galope de Yeremy, dos críos, para ir sacudiéndose un dominio inglés que no se concretaba en ocasiones. Un centrochut de Shaw y un remate en propia puerta de Albiol. No hubo más para desesperación de Solskjaer en esos primeros cuarenta y cinco minutos. Cavani espoleaba sin morder, mientras Pogba y Bruno Fernandes se agobiaban sin espacios entre tanto furor amarillo.