La alcaldesa Elsa Noguera entregó a Aida y Margarita García Márquez el Decreto 0288 de 2014, con el cual se rinde homenaje póstumo a la memoria del ilustre escritor y periodista Gabriel García Márquez, acompañados por personajes de sus novelas.
PALABRAS DE LA ALCALDESA ELSA NOGUERA
"La iglesia del perpetuo Socorro fue el escenario que Gabo y Mercedes, hace 56 años, escogieron para sellar su amor eterno. Por esa razón en este sagrado lugar nos hemos dado cita para decirte HASTA SIEMPRE.
A pesar de no haber nacido en esta esquina del Río Magdalena y el Mar Caribe, Gabo consideró siempre que parte de su corazón y de su esencia, eran barranquilleros.
Sus vivencias en nuestra ciudad fueron tan significativas que en su obra literaria se refleja la huella indeleble de Barranquilla.
En Los funerales de la Mamá Grande incluyó a un grupo de amigos a los que describe como “los mamadores de gallo de La Cueva”.
En El coronel no tiene quien le escriba aparecen tres dependientes de la sastrería del pueblo llamados Alfonso, Álvaro y Germán, un homenaje a sus mejores amigos barranquilleros.
Los tres vuelven a figurar, en Cien Años de Soledad, junto a otro personaje llamado Gabriel, y todos son discípulos del “sabio catalán”, que en la vida real era el erudito Ramón Vinyes.
A comienzos de los años 50, García Márquez contempló colocarle el nombre de Barranquilla a su mundo de ficción literaria, pero Vinyes le sugirió encontrar un nombre no realista, con más resonancia mítica. El resultado fue Macondo.
En El Amor en los Tiempos del Cólera, Florentino Ariza lleva a América Vicuña a comerse un helado de varios pisos a la Heladería Americana.
Memoria de mis Putas Tristes, la última novela de Gabo, es ambientada en la Barranquilla de la década del 30, con la Plaza de San Nicolás como escenario principal.
Vivir para Contarla, su autobiografía, comienza y termina en Barranquilla.
Cuando recibió en 1982 el Premio Nobel, García Márquez organizó una fiesta para los amigos barranquilleros que había invitado a Estocolmo, y allí les dijo: “Yo siempre tuve la certeza de que iba a ser escritor, pero sin ustedes y sin Barranquilla no habría sido Premio Nobel”.
La tristeza nos embarga, pero el orgullo de haber hecho parte, como barranquilleros, del universo artístico y emocional de uno de los escritores más importantes de la historia, nos permite sonreír, a la vez que nos compromete a mantener vivo su legado.
Hoy, llora Macondo entero, pero vuelan por doquier, mariposas amarillas. Hasta siempre, maestro".
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